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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

Últimamente me encuentro con frecuencia en consulta a personas que vienen aquejadas de desamor.

Suelen ser personas que están entradas (y pasadas) en la treintena y que ya vienen de vuelta de relaciones pasajeras y superficiales. En un momento determinado se fijan en alguien con quien suelen salir y empiezan a ilusionarse y a ver señales donde «supuestamente»no las hay… pero el «Te quiero como amig@» da paso a poner los pies en la tierra y empezar el difícil trámite de la aceptación de la realidad.

Por otro lado, hay también personas que, a través de las tecnologías, conocen a personas y mantienen largas conversaciones virtuales y aún sin conocerse físicamente ( porque lo más probable es que sean hasta de ciudades diferentes), terminan «enamoradas» para luego darse cuenta que no han sido más que un entretenimiento para la otra persona y ahora toca recomponerse de la desilusión que este engaño les ha provocado.

Tanto en una situación como en otra juega un papel muy importante la IDEALIZACIÓN del otro que se produce. Al no conocer bien a las personas, rellenamos los huecos de información de la forma de ser a través de este mecanismo y la ilusión hace el resto.

Cuando acuden a terapia, se sienten destrozadas, sin ganas de nada y con un síndrome depresivo que no saben manejar. Si cogemos un papel y lo enrollamos y miramos por ese agujero, solo se puede ver a esa persona, no son capaces de enfocar hacia otra dirección, yo diría que puede sentirse como una obsesión.

La solución es darse cuenta que yo puedo usar ese tubo y mirar justo al lado de donde estoy focalizando, «ahí hay más vida», «más intereses», de hecho, tenemos un gran plano lleno de puntos diferentes donde podemos mirar, pero nos hemos quedado bloqueados mirando solo a un punto, que no nos lleva a ninguna parte, solo había que desbloquear el tubo por el que mirábamos y tener la convicción de que si por lo que sea, no pudimos besar a esa rana, es porque seguramente, de ahí no iba a surgir ningún príncipe ni ninguna princesa. Sólo era una rana.

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