Sabéis lo que es día tras día, hora tras hora, estar con vuestra pareja y con vuestros hijos?…. pues lo mejor del mundo.
El camino lo hicimos ya como si toda la vida llevaramos andando de una población a otra, bueno, menos el padre de las criaturas que le salían ampollas sobre las ampollas, esa visión recordaba a los castellers catalanes, unos sobre otros haciendo una torre, de tal manera que cuando se ponía un apósito parecia una tipi india…
En una de las aldeitas por las que pasamos, íbamos cantando,( tanto andar desinhibe profundamente), en este caso les pedíamos a los coches que nos adelantaban que tocaran el claxon y mira por donde, le tocó a una furgoneta con la que repartían pan a los domicilios que se paraba justo allí para dejar uno de sus pedidos.
Cuál no fue nuestra sorpresa cuando, una vez que realizó el encargo, el chico, que luego nos enteramos que se llamaba Roberto, Panadería Roberto, llamó a Rodrigo y le entregó una barra de pan para nosotros. Parecía que nos habían regalado el mayor tesoro del mundo!!!!! qué emoción!! qué ilusión!! todos gritamos de la alegría!!!. Yo os prometo que le doy de comer todos los días a mis niños, de verdad!!!, pero que sin esperarlo, alguien te regale «un mendrugo de pan» como nosotros lo terminamos llamando, era un regalazo.
No os tengo que decir que la barra de pan gallega estaba «pa comérsela», nunca mejor dicho, menos duró, en un suspiro desapareció.
Entre canticos, chistes, adivinanzas y conversaciones más serias (muy necesarias con nuestros adolescentes y un motivo más para hacer el camino) llegamos a Arzúa. Muy contentos pero muy muy cansados.
Pd: Supongo que este post nunca lo leerá el panadero Roberto, (ojalá sí, todo es que se comparta lo suficiente), pero desde aquí toda mi familia quiere agradecerle «el mendrugo» que nos regaló. Fue un gran detalle. 🙂