Hoy me he encontrado con una situación, que, al menos aquí en Andalucía, suele producirse cuando algunos de los interlocutores sobrepasan la sexta década de vida.
Estaba yo en un establecimiento y se han reencontrado dos vecinas de piso de playa, una pasando los 60 años y otra de unos 40 que iba con sus dos hijos, una adolescente de unos 13 años y otro niño de unos 10. En esas estaban saludandose y haciendo un resumen de cómo había ido el año cuando la de más edad le dice de pronto a la niña…»estás más gorda!», a lo que a la niña se le ha cambiado la cara y ha mirado a la madre suplicando ayuda. La madre, muy educada, le ha dicho, «No, lo que está es más mujer, ya no es ninguna niña…» . Y a mí (que ni yo conocía a esa niña, ni me iba ni me venía esa situación), se me agolpaban las posibles contestaciones indignadas que se le podría dar a esa mujer…»¿si, pues tú estás más vieja, no?» «te veo unas cuantas de más arrugas» » ¿estás tomando corticoides o te has puesto como una foca de tanto comer?», pero claro, esas cosas no se dicen.
Pero de la misma forma que no les decimos a las personas que nos encontramos después de un tiempo » estás más fea», aunque así la veamos, debemos tener cuidado en cómo le hablamos a los niños y más aún a los adolescentes, es una falta de delicadeza referirnos así a las personas, tengan la edad que tengan. ¿Quién nos dice que esa niña no está gestando un trastorno de la alimentación o que a partir de ese comentario empieza a gestarlo?, ¿aporta algo positivo ese comentario?, ¿cómo recibiría esa señora ese mismo comentario u otro parecido referido a ella?…
Como dijo Beethoven, «Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo». Hay veces que es mejor callarse.