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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

Hoy me gustaría ampliar y completar desde el punto de vista de psicóloga un post que colgó mi amigo y compañero Óscar González y que os remito a leer antes de seguir con èste para que me entendais mucho mejor. Aquí os dejo el enlace.

http://abcblogs.abc.es/escuela-padres-talento/2014/05/19/confianza-para-educar/

Como muy bien explica Óscar, debemos tener confianza suficiente para poder educar a nuestros hijos, pero esta confianza en nosotros mismos también deben sentirla los niños porque de ello depende nuestros avances en su educación.

Y vosotros me podeis preguntar: » ¿de qué manera los niños se dan cuenta que lo que estamos diciéndo lo decimos con toda la seguridad del mundo o sólo estamos cumpliendo un papel?»

Y yo os respondo: «muy muy muy fácil, por nuestra comunicación no verbal!»

«¿Y cómo es esto?» , pues os lo explico.

¿Recordáis cuando nuestros hijos eran bebés?, cuando les hablábamos,nos acercábamos mucho a ellos, nos poniámos en su campo de visión y éramos muy exagerados y repetitivos en nuestras muecas, ¿verdad?. Este mecanismo es innato a nosotros y sirve para que los niños aprendan poco a poco a hablar, pero a la vez, los niños aprenden también de manera inconsciente qué músculos movemos cuando sonreímos, cuando les hablamos o cuando les decimos NO porque todos sabemos que no movemos los mismos grupos musculares al sonreir a alguien de verdad, que al sonreir «de mentira». De ahí, que las personas con las que nos relacionamos de forma habitual, (normalmente nuestras madres, sobre todo, pero también ocurre entre amigos, entre alumnos y profesores…), nos sepan interpretar y darse cuenta que lo que decimos con la boca no es lo mismo que lo que estamos diciendo con nuestra cara y por eso mismo podemos escuchar muchas veces «es que te conozco muy bien». Pues justamente esto es lo que les ocurre a nuestros hijos, que nos conocen muy bien y perciben (que es darse cuenta pero de manera inconsciente) que existe una incongruencia entre nuestra comunicación verbal y no verbal, y como la que predomina en las relaciones sociales es esta última, los niños no nos tomarán en serio y será mucho más complicado poder llegar a buen término en la educación.

Este es el motivo por el que debemos tener confianza para educar.

Para poder transmitir los mensajes de manera efectiva, los primeros que debemos estar convencidos somos nosotros mismos y si no, fallaremos en nuestra labor.

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