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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

Me encanta mi rol de madre. Cuando puedo, llevo a mi hijo pequeño (5 años) al parque y allí, por deformación profesional, mientras mi hijo juega, yo observo a muchas madres, padres, tatas, abuelas, porque todos ofrecen mucha información en sus comportamientos.

Me llaman mucho la atención algunas madres que literalmente no dejan vivir a los niños, corren detrás de ellos, no vayan a caerse, les dan la mano subiendo a un tobogán adecuado a su edad, pegan un grito si el niño da un rodillazo, por lo que el niño llora más por el susto del grito que por el posible golpe que se haya podido dar…

Yo no digo que no vayamos a estar pendientes de los niños, por supuesto que sí!!, pero «con el rabillo del ojo». A los niños debemos «soltarles cuerda». Cuando antes os decía que estas personas me daban mucha información me refería a que si así se comportan en el parque, lo harán también en casa, por lo que no dejarán que los niños se desarrollen de una manera adecuada según su edad.

A estas edades prescolares de las que estamos hablando, es muy importante que les vayamos dando autonomía, se desvistan solos, pongan y retiren sus platos para comer, recojan sus juguetes, recojan el cuarto de baño cuando se duchen…

No son grandes cosas, pero sí suficientes como para que ellos se den cuenta que son capaces de hacer cosas bien y subirles la autoestima.

Cuando un niño es autónomo es feliz. Lo puedo decir más alto, pero no más claro. Muchas veces me vienen madres a consulta a exponerme determinados problemas y en la coversación me dicen muy orgullosas «mi hijo tiene mamitis» y yo les pregunto, «¿tu hijo tiene mamitis o tú tienes hijitis?»

A veces no somos conscientes de que no «soltamos», que no dejamos crecer y desarrollarse y no es otra cosa que un exceso de protección y de cuido que trae como consecuencia no ayudar a madurar y nos damos cuenta de nuestro error en la adolescencia, cuando pretendemos que se comporten de la edad que tienen y simplemente no saben hacerlo.

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