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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

Hoy he tenido en consulta a una madre inmersa en un difcil proceso de divorcio. Esta madre venía a orientarse sobre cómo afrontar con respecto a sus hijos esta situación.

Lo que en un principio me quería hacer ver que todo era una «balsa de aceite», terminó explicándome que era una tormenta horrible en la que abundaban los reproches mutuos, las malas contestaciones, los portazos, las formas menos adecuadas, los gritos…y los niños en medio.

Ella era consciente de que no era así como se debían desarrollar los acontecimientos, pero así era como se producían.

En estos momentos, sus hijos y ella ya no vivían en el domicilio familiar, por lo que los niños tenían un escaso trato con el padre, esperando a que se firmara un convenio.

Realmente, es una situación muy triste y muy corriente hoy en día. El número de rupturas de parejas va en aumento y los niños viven una infancia junto a una maleta. A veces se convierten en moneda de cambio y los comentarios negativos de un progenitor hacia el otro está a la órden del día.

Pero vamos a ponernos un momento bajo el prisma de estos niños. Su padre y su madre son sus pilares básicos. Ellos no saben nada de esta vida y se aferran a sus mayores para sentirse seguros y el hecho de que estas dos personas tan importantes en sus vidas se peleen, se griten, se hablen mal, a los niños les duele, les crea inseguridad…y lo que es peor, se sienten culpables de que sus padres no se quieran.

A partir de ese momento, pueden desarrollar diferentes patologías que van desde un cuadro depresivo, tartamudez, regresión en el control de esfínteres…

Entiendo que debe ser muy complicado gestionar una relación que está rota, pero si nuestra prioridad son nuestros hijos y no nuestros egos, si somos capaces de diferenciar nuestro rol de pareja de nuestro rol de padres comprometidos en la educación y salud integral de nuestros hijos, estaremos protegiendolos y minimizando el impacto que se produce cuando una pareja se separa.

Desgraciadamente no existe una fómula mágica para que los niños no sufran por esta situación, pero sí que es verdad que el respeto y el derecho de los niños (que es lo que debe primar siempre) a disfrutar de ambos progrenitores debe estar por encima de cualquier conflicto.

Lo que no debemos olvidar nunca es que una pareja se puede romper, pero seguirán siendo padres de hijos en común toda la vida y este vínculo es indisoluble.

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