Lo malo de ser psicóloga es que, como imprime carácter, no se puede desligar cuando vas por la calle como persona y no como profesional.
En mis cosas personales estaba, cuando un padre hizo un comentario a colación de la conversación que estaban teniendo y en la que yo no estaba participando, aunque estaba integrada en el grupo…»ojalá mi niña no no me salga así», refiriéndose a los problemas de conducta que presentan los adolescentes en el programa «Hermano Mayor». Este padre, sabiendo a lo que me dedico, al decir estas palabras me miró, sonriendo, «me puedo morir», siguió diciendo.
Yo sonreí y mantuve, como siempre que no estoy en mi trabajo, mi boca callada. Pero mi cabeza no se quedó callada, claro!
«¿Que tu niña no te vaya a salir así?» (un rato antes había estado diciendo que su niña con 10 años era muy floja y no sabía a quién salía), vaya actitud pasiva que tiene este padre ante la educación de su hija. Que yo sepa, los niños «salen», altos, bajos, rubios, morenos, pelirrojos, pero maleducados, malcriados, flojos…es sólo un resultado de la crianza en general que les damos los padres a nuestros hijos.
Cierto es que existen características personales que nos definen, pero si somos realistas y la pasión no nos quita el conocimiento, tendremos que trabajar con ellos y pulirlos, porque todos los niños son diamantes en bruto, y es nuestra obligación que brillen en su máximo esplendor.
Moraleja: nunca debemos tener una actitud pasiva ante la educación de nuestros hijos, sino muy al contrario, activa y con los ojos abiertos para ver cómo van evolucionando.
Os confieso una cosa. Cada día estoy más contenta de que el pensamiento no se pueda leer… 🙂