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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

Llamamos inteligencia emocional a la capacidad de entender las emociones, tanto de uno mismo como las de los demás.

Es una cuestión muy importante, ya que en base a este tipo de inteligencia seremos capaces de ser más o menos felices, por lo que es fundamental que nosotros, como padres, ayudemos a nuestros hijos a gestionarla.

A partir de los dos años, podemos nombrar las emociones básicas para que el niño aprenda a reconocerlas, alegría, tristeza, miedo y rabia.

Una limitación que nos encontramos en este tipo de enseñanza es cuando ni los adultos sabemos qué sentimos.

Seguro que todo el mundo conocemos a alguien que cuando está aburrido o triste, asalta el frigorífico. Lo único que saben es que se sienten mal y confunden una sensación con otra, o por contra, pretenden neutralizar ese sentimiento a través de la comida.

También me viene a la memoria las personas que se sienten tristes pero se muestran enfadados con todo y con todos.

No podemos enseñar algo que no conocemos, ni entendemos. No podemos sentir empatía por alguien (capacidad de ponerse en el lugar del otro), si no sabemos diferenciar las distintas emociones.

Hoy en día es crucial educar a nuestros hijos en las emociones y para llegar a esto os doy estas 3 recomendaciones:

– A través de las ilustraciones de los cuentos, preguntarle al niño cómo se siente el personaje, según las caras.

– En la calle, nombrar las emociones que pueden estar sintiendo niños de aproximadamente la misma edad que los nuestros, «está enfadado porque se quiere bajar de la silla» «está contento porque su mamá le ha comprado un caramelo», «se ha asustado y tiene miedo porque piensa que la paloma le va a hacer daño»…

– Preguntar al niño cómo cree que se siente «ese hombre que se ha caido», «ese niño que va corriendo» «ese niño que está llorando»…

Hablar sobre las emociones es lo más aconsejable para saber reconocerlas. No dejemos de hacerlo, pero antes que nada, vamos a ponernos nosotros a prueba «¿qué me está pasando?, qué siento?»…. para saber transmitir este aprendizaje.

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