En mi trabajo, me encuentro con frecuencia a personas que se sienten solas, muy solas, y no es que les falte una familia, sino que cada uno empieza a vivir su vida y el nido vacío debe ser muy duro de llevar. Para contrarrestar este sentimiento de pérdida, intentan agarrarse a otras personas sin darse cuenta que esas otras personas tienen sus vidas, sus preocupaciones y sus actividades diarias, por lo que no le pueden prestar la atención que tanto necesitan. En el deseo de que l@s miren, hacen y dicen cosas que empiezan a no tener ni pies de ni cabeza, es una desesperación tal, que pierden la noción de realidad, quieren que l@s quieran, que l@s miren e intentan obligar a es@s amig@s a mantener un contacto que simplemente por el estilo de vida de los otros, es imposible de seguir. Unas veces a través de la risa y otras a través del llanto, luchan por conseguir esa atención que necesitan de los suyos propios, pero no se dan cuenta, que el simple hecho de «obligar», da como resultado el rechazo y la lejanía emocional.
No podemos obligar a nadie que nos quiera. El querer es un acto volitivo, esto es, que quiero quererte o no y está claro que cuando nos obligan a algo…menos lo queremos hacer.