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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

A veces, me encuentro con madres y padres que me explican que sus hijos no pueden soportar no saber hacer algo. En el colegio son niños muy brillantes y tienen un amor propio tremendo.

Normalmente a estos niños les cuesta decidirse por una actividad extraescolar, debido a que si no dominan la materia, no querrán enfrentarse a ella. De la misma forma, incluso actividades que se suelen aprender a determinadas edades, como por ejemplo, montar en bicicleta, no son capaces de realizarlas. Los padres suelen pensar que es miedo a la caída, pero realmente es miedo a que tras el esfuerzo, no les haya salido del tirón.

…Y así pasan su infancia. Con notas extraordinarias pero sin desarrollar los recursos y herramientas necesarias para poder hacer frente a la desagradable sensación de frustración. Todo este proceso va acompañado de padres y madres que no «obligan» a enfrentarse a las situaciones temidas, sino que los protegen y lo apoyan en sus decisiones de no enfrentamiento. Esto es justamente la tan temida sobreprotección.

…Y así llegan a adultos. Cuando el mundo se abre a sus pies, cuando terminan lo único que dominan que son los estudios y tienen que tirarse en paracaídas con decisiones importantes, estas personas lo pasan realmente mal, porque por mucho que ellos hayan crecido, sus recursos y herramientas de superación de frustración no han evolucionado en la misma proporción y no son capaces de elegir caminos, sino que intentan quedarse en lo más cercano conocido y así, de estudiantes brillantes, pasan a personas muy mediocres y generalmente se sienten poco realizados.

Como padres y madres, tenemos la misión de «obligar» a nuestros hijos, de dejarlos que lloren ante algo que no han conseguido, de enfrentarlos a situaciones que temen, porque es de la única forma que nuestros niños crecerán emocionalmente y serán adultos capaces de «comerse el mundo», porque no temerán esforzarse, ni el hecho de que sus propósitos no les salga a la primera ,lo vivirán como un fracaso, sino como un aprendizaje.

Merece la pena.

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