No hace mucho, tuve la oportunidad de observar a una niña de 5 años.
Los padres, muy implicados en su educación, estaban muy contentos porque su hija era muy autónoma desde hacía tiempo. Y era cierto.
Esta niña comía sola, se lavaba los dientes, iba al baño, recogía sus juguetes, se «medio»vestía, bajaba y subía escaleras….todo desde hacía bastante tiempo.
Pero lo que estos padres no se estaban dando cuenta es que, la pequeña, era muy dependiente emocionalmente.
Partimos de la base de que aún era pequeña y es natural que tenga cierto grado de dependencia, pero al igual que esos padres trabajaban estupendamente la autonomía de la menor, no eran capaces de hacer lo mismo con la dependencia emocional.
Todos ansiamos que nuestros hijos se sientan realizados y seguros de sí mismos, de hecho, es lo mejor que les puede pasar, porque los hijos crecen, dejan de ser niños bajo la protección de mamá y papá y necesitan tener un bagaje para enfrentar la vida con el mejor de los ánimos.
Esta niña, no soportaba la frustración, no era capaz de sobrellevar una equivocación, un «no», ante cualquier circunstancia necesitaba que los padres intervinieran, su nivel de ansiedad le provocaba que no durmiera bien o que en ocasiones se hiciera pipí encima…
Y es que no todo en esta vida es que sepa lavarse los dientes o sea capaz de comer solo desde edades tempranas, todo esto, en circunstancias normales, lo va a aprender más tarde o más temprano. Pero lo verdaderamente importante es como decía Pitágoras
» Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida» y en esto es en lo que debemos poner nuestro máximo esfuerzo.
