A lo largo de mi carrera profesional, me he encontrado y me sigo encontrando durante los cursos escolares, a niños con determinadas patologías. Gracias a Dios, son una inmensa minoría, pero ahí están.
Cuando una profesora da la voz de alarma, acudo a valorar el comportamiento del menor y nos esforzamos en informar a los padres lo más pronto posible, a la vez que intentamos orientarlos de dónde deben dirigirse.
En la mayoría de los casos no hay más obstáculos pero sí que es cierto, que una vez que le mandamos informe al pediatra del menor para que éste lo derive a un centro base, ahí se estanca el proceso, ya que hay mucha demanda.
El hecho de diagnosticar en los tres primeros años de vida es algo muy difícil, ya que la simple valoración se encuentra limitada por las capacidades de los niños, pero aún así, damos la voz de alarma y es una pena que por culpa de la burocracia estos niños estén perdiendo meses de una buena evolución.
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